martes, 17 de agosto de 2010

Con el líquido vencido

Otra vez lo mismo: la piedra azul. Ahora la tenés que conseguir para nosotros. ¿Pero si nunca la encontré?, les digo. Ahora vas a poder, Garófalo. Yo no soy el de antes, aclaro. No, ahora contás chistes, me contestan. Y se ríen. En serio les digo: Yo no soy más el de antes. Hace rato que no cazo ninguna, que no las acaricio con la mano, y lo más probable es que el líquido de los frascos ya esté vencido. Pero no me creen.

Con lo de las pendejas de 1989 aprendí la lección, les juro. Qué mano, Garófalo, me felicitaron. Como si ellos hubiesen estado. Pero no saben lo jodido que fue. Todo por esa puta piedra azul. Yo sé que las flaquitas no tenían la culpa de haberla encontrado en el asiento de atrás de un taxi. Y después haberla regalado. Si hasta yo me encontré cada cosa en los taxis. Hasta los planos de la central atómica Atucha. Con eso les digo todo.

Loco, ¡cortala de echarme vientito en la cara porque te juro que se arma! Pobres pibas. Los peritos al otro día, cuando las encontraron, no daban pie con bola. Cuarenta y ocho horas antes las habían visto jugando al elástico en Parque Patricios, y dos días después estaban licuadas en una bañera. Parecía que habían estado cojiendo con un erizo, tiró un milico en la primera de cambio a los micrófonos. Pedazo de animal.


Patricio Eleisegui. Fragmento del cuento "Calfucurá".

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