miércoles, 9 de marzo de 2011

La necesidad hace del hombre una máquina corrupta porque la culpa es tan gaseosa como un pedo de soda. Por supuesto que apenas si cumplimos una ínfima parte de los deseos que tenemos. Así están dadas las cosas. En definitiva no hacemos otra cosa que frustrarnos cada día. Yo, por ejemplo, si me traigo una mina a casa, capaz que después de acabar tengo ganas de descuartizarla. Pero más bien que no lo hago; le convido un pucho y espero que se me llenen los huevos para ensartarla otra vez.

A veces, esperando que cambie el semáforo, veo pasar unas borregas, y me nacen desde adentro unas ganas tremendas de desfigurarlas. Pero no, me quedo en el molde y saco el Ford arando, cosa de alejarme lo más rápido posible de ellas, ya que mis pensamientos vienen conmigo, y por más fuerza que haga, siempre están ahí, para pudrirme la sesera.

Forfalcon.

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